viernes, 3 de julio de 2009

La casa por el tejado

Uno de los grandes problemas de nuestro sistema político es que los procesos electorales son un simple y llano concurso de popularidad. Son muy pocos los votantes que se detienen a leer los programas políticos de los distintos partidos y luego votan en base a un a profunda meditación sobre éstos. En lugar de ello nos limitamos a votar a la formación que, a muy grandes rasgos, comparte nuestras inquietudes políticas o cuyos dirigentes nos caen más simpáticos. Y menos mal que esto es así, porque los programas son un compendio de vaguedades y castillos en el aire cuya lectura sólo genera un tremendo pavor e inseguridad en el votante. Recomiendo este ejercicio.


Efectivamente, el programa dirá lo que se quiere hacer, pero muy rara vez especificará cómo se alcanzará ese objetivo ni irán aparejados unos objetivos fijados en base a un estudio previo. Este es sin duda el caso del "deseado" cierre de la central nuclear de Garoña por parte del ejecutivo actual. La promesa de cerrarla está ahí, pero no ha sido hasta el momento en el que casi se lleva a cabo en el que de repente se han dado cuenta de que existe una infinidad de impedimentos que no permitirán su cierre en esta legislatura. Dudo mucho que estos trámites hayan aparecido de repente en el año de legislatura que llevamos consumido. Al contrario, siempre han estado ahí, pero nadie se ha preocupado por hacer una promesa realista al respecto.


Ahora el cierre de Garoña se presenta como inevitable, aunque va a costar muchos años. Y el cierre se presenta a pesar de la recomendación de un organismo independiente y de gran crédito como el Consejo de Seguridad Nuclear. Además, aún hay que crear el supuesto plan que mantendrá la fortaleza industrial de la región pese al desmantelamiento de Garoña, algo que debía haberse previsto muy de antemano, es más, estar ya en fase de ejecución antes de asegurar el cierre de la nuclear. Porque me permito carcajearme de la capacidad del gobierno de asegurar la estabilidad económica y laboral de la región cuando existe una coyuntura económica manifiesta de extrema dificultad para el desarrollo y expansión empresarial.


Pero claro, está claro que el enemigo son las nucleares. Proporcionan muy poca energía, a muy alto coste y emiten unos niveles de contaminaión desorbitados, nada que ver con las más de 40 centrales térmicas que continúan funcionando en España y que no presentan problema alguno (nótese la ironía). Así que uno tiene que preguntarse el porqué hay un interés tan brutal contra los elementos por desmantelar las nucleares, cuando desde el punto de vista energético, económico y medioambiental existen otras fuentes de energías que es más necesario renovar.


Eso sí, mientras los españoles sigamos votando como si el gobierno de nuestro país fuera la final de Operación Triunfo no sé hasta qué punto nos podemos quejar de que las cosas se hagan de manera atropellada, sobre la marcha y porque sí.

1 comentario:

  1. La verdad que el asunto de Garoña es más grave de lo que parece... no me gustan las centrales nucleares, por el posible aunque mínimo riesgo que conllevan.
    Hoy por hoy España no dispone de energía para mantenerse a ella misma y el cierre de las centrales nos hará depender de otros países (Francia y Marruecos).
    Se deberían hacer nuevas nucleares o intentar mejorar la seguridad en las presentes para intentar alargar su vida un poco más en estos duros tiempos de crisis mundial!!!

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