sábado, 7 de noviembre de 2009

Porque lo dice la ley

Últimamente vivimos instalados en un estado de sedentarismo mental bastante preocupante. Ya no es que se diga mucho aquello de "qué poco sentido común", sino que somos incapaces de defender muestras propias decisiones con un razonamiento propio. En lugar de ello, cada vez más nos dejamos llevar por la comodidad de las convenciones externas para justificarnos. Da igual que algo carezca de lógica o un gran número de personas, basta invocar una serie de fórmulas para que nos quitemos de un plumazo toda responsabilidad y cerremos toda puerta al debate. Entre ellas encontramos el mítico "porque siempre ha sido así", el "porque lo dice la ley" o "porque es lo natural". Entre decir esto y decir "porque sí", no hay mucho camino.

Ahora resulta que la vida de unos marineros está en peligro porque nuestra legislación impide que los piratas detenidos puedan ser de nuevo puestos en libertad. Pero lo preocupante es observar con pasmo como a todos nuestros queridos representantes creen conveniente considerar su liberación para poder negociar, a la vez que la deniegan por ir contra la ley. Sinceramente, me parece un importante signo de empobrecimiento de nuestra democracia.

Poca gente ha argumentado la inconveniencia de la puesta en libertad de los piratas, por el precedente que supone el hecho de que los piratas saben que pueden comerciar con la vida de nuestros marineros. Menos aún han amparado sus explicaciones en el hecho de que se debe considerar a todos iguales ante la ley y no se puede dar un valor diferente a cada persona.

Cierto es que ir contra la ley supone crear una situación de inseguridad, en la que parece que se puede proceder de forma arbitraria según los vientos que soplan y eso es peligroso. Pero más cierto es que las leyes no vienen de Dios. Son construcciones de nuestros representantes, es decir, las crean los pueblos y, como tal, son tan variables como lo sean las necesidades y deseos de ese pueblo.

Es por eso que si ocurren cosas como es secuestro del Alakrana, las leyes deberían ser mucho más permeables y sensibles al sentir popular, es decir, a sus legítimos (valga el término) dueños.

De todos modos, mucho es pedir un poco de responsabilidad a la hora de avalar nuestra razón en la ley, ya que llevamos demasiado tiempo viendo como la clase política zanja muchos conflictos con ese fabuloso adjetivo de que algo es inconstitucional sin aportar ningún argumento más. ¡Ah, a mi no mires que por mí sí, pero es que la Constitución dice que no!

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