La irresponsabilidad de Ratzinger

Que el catolicismo y el preservativo nunca se han llevado muy bien no es nada nuevo. Detrás de esta batalla hay multitud de factores y de intereses metafísicos y no tan abstractos, pero hasta ahora el Vaticano había procurado mantener siempre el terreno de debate en un ámbito más moralista. En efecto, la principal solución para combatir el sida para la Iglesia pasa por la abstinencia, es decir, en la adopción de un estilo de vida y no el condón. Sin embargo, Ratzinger ha cruzado el límite entre las doctrinas morales y la ignorancia. En su reciente visita al continente africano, Benedicto XVI fue iluminado para sentenciar que el preservativo ya no es que no sea la solución sino que "aumenta el problema".

Estar en el continente más escarmentado por esta plaga y soltar esta perla tan alegremente es una auténtica patada en el estómago. Como era de esperar, no han sido pocos los que se han alzado en pie de guerra contra el santo patinazo. Incluso gobiernos como el de Sarkozy han mostrado públicamente su disgusto ante tales declaraciones. Pero lo más preocupante de todo esto no es ya el dislate supino de afirmar que el preservativo agrava el problema del sida, sino que una de las personas más influyentes del planeta invoque en su boca tal sentencia. No escapa a muchos que la Iglesia hace un importante papel humanitario en los países subdesarrollados, que por su condición son presa fácil del VIH, y tiene una posición muy notoria en cuanto a guía y consejera de los hábitos y desarrollo de estas zonas. Por tanto, sería injusto atacar a toda una institución por una sóla persona, pero precisamente por esta importancia las palabras de Ratzinger se tornan especialmente peligrosas.

22'5 millones de personas padecen esta enfermedad en África según la OMS, dos tercio del total de afectados del planeta. La enfermedad supone una hecatombe que recorta drásticamente la esperanza de vida en estos países y deja cada año cientos de miles de huérfanos. Muchas ONGs realizan esfuerzos titánicos para luchar contra esta enfermedad y el presevativo se ha probado como un método crucial para aliviar la plaga. Incluso días después de la metedura de pata, L'Osservatore Romano, el diario de la Santa Sede, publicaba un reportaje en el que se aportaban datos que situaban la eficacia del preservativo para prevenir el sida en un 97% en los países más desarrollados y 87% en África. Si esto es agravar el problema, que venga Dios y lo vea.

Realmente uno quiere pensar positivamente y creer que sólo ha sido un inocente, aunque grave, desliz del papa católico. Sin embargo, el preservativo ya no sólo tiene un papel fundamental en poner freno al sida, sino que representa un paso inportante en la liberación de la mujer o la planificación familiar. Quizá éste sea uno de los últimos intentos suicidas de Ratzinger de seguir manteniendo el control de los dormitorios de las personas, que poco a poco ve como a este control se le multiplican las fugas con leyes de divorcio, aborto y demás que no es menester evaluar en estos instantes. Pero insisto, no quiero pensar mal.

En definitiva, recomendaría al santo padre un poco más de tacto para la próxima ocasión. Lo que sí que tengo por seguro es que este episodio demuestra, una vez más, lo lejos que se haya la Santa Sede de los problemas reales del mundo.